El retorno de la luz; luna nueva en Punarvasu, Géminis, 6 de julio de 2024

Papel manuscrito por John Dee, Inglaterra, siglo XVI, Bodleian Library, Oxford.
Triángulo con extractos de las Sagradas Escrituras y en el centro un planisferio
del sistema Ptolemaico.

En medio de todo el movimiento de la cotidianeidad, a veces, ocurre la magia. Ese instante en el que parece que todo se detiene y en el que al fin, todo tiene sentido. No el sentido racional que la mente intelectual quiere otorgar a una jerarquía imaginaria de los ritmos de la naturaleza, sino el sentido intuitivo y cíclico de que todo ocurre en su momento adecuado; o como dirían nuestros antepasados en la antigua Grecia dionisíaca-apolínea: “en el tiempo divino”.

Esa es la energía de Punarvasu nakshatra, que trae de nuevo la luz tras las tormentas de Ardra nakshatra. Punarvasu nakshatra (que literalmente significa “el retorno de la luz”) es una constelación formada por las estrellas Alpha y Beta en la constelación de Géminis en la eclíptica, o, como mejor las conocemos en Occidente, las estrellas Castor y Pollux. Aquí, en este trocito de cielo, se unen una vez más en su abrazo cósmico Sol y Luna, formando una luna nueva y dando comienzo a un nuevo ciclo, dentro de un ciclo, dentro de un ciclo…… Y es que Punarvasu, es el fractal cósmico. Es la parte en el Todo, y el Todo en la parte. O como decían los maestros antiguos en los Veda (Rig Veda 10.72.4.): “Aditi viene de Daksha, pero Daksha viene de Aditi”.

No me cabe la menor duda de que debo explicar muchas cosas ahora sobre estos dos primeros párrafos. Sé que cuando me leéis, la mayoría, necesita “entender” lo que escribo desde la percepción de una mente más lógica, racional, intelectual. Y sé que muchas veces eso no es “nuestra” culpa, sino una consecuencia directa de un mundo y un sistema que ha abandonado a esa gran inteligencia que sí que existe en la intuición, en el instinto, en el orden natural terrenal y cósmico que nos guía de una manera diferente. Pero yo también vivo aquí y ahora y no estoy ciega a las necesidades actuales, ni pretendo presentarme aquí como una gran experta y conocedora de todo. Al revés, en mi manera de escribir y compartir mis propias percepciones, quiero honrar ambas caras de la moneda vital. La cara apolínea del entendimiento racional, de la luz solar, pero también el entendimiento intuitivo e instintivo dionísíaco del Sol Negro, del éxtasis de saber “sin entender”. Pero vayamos por partes entonces y espero que me acompañéis.

La luna nueva de este mes de julio ocurre cuando se unen en el cielo el sol y la luna en la constelación de Géminis sideral (o sea astronómica), y más específicamente en la constelación de Punarvasu (las estrellas Castor y Pollux). Cuando leemos el cielo, debemos hacerlo siempre desde dónde nos encontramos, aquí en la Tierra, y a la vez, lo leemos desde dónde nos encontramos psíquicamente. Podemos leer el cielo de manera astronómica, y también de manera metafórica y simbólica.

Géminis representa movimiento, comunicación, aire, y la palabra que creo que mejor describe la energía de este signo es: curiosidad. La curiosidad que siente un niño cuando mira al mundo por primera vez, cuando se da cuenta por primera vez de todo lo que hay para aprender y experimentar. Regido por Mercurio, tiene sus cualidades de movilidad, versatilidad, y una gran capacidad de adaptación. No es extraño que el mensajero de los dioses fuera Mercurio/Hermes, y que fuera capaz de bajar al Inframundo, y volver a subir al cielo sin siquiera mancharse sus sandalias aladas.

Géminis no es sólo la capacidad de ver el mundo desde muchas percepciones distintas, a veces haciendo al individuo geminiano (no sé si esto es una palabra) muy interesado en demasiadas cosas con dificultad para decidir en qué centrarse, sino que desde la mitología india, Géminis se representa por una pareja. La pareja sagrada que al unirse crean un tercero, la tercera opción. El Padre y la Madre universales. La energía arquetípica de la unión de polaridades. Desde el arte del subcontinente indio podemos observar todas las representaciones de Ardhanarishvara, la deidad mitad hombre, mitad mujer. Creo que es la imagen perfecta para esta energía andrógina que lo contiene todo, o que, al menos Géminis quiere contenerlo, y sobre todo saberlo, todo!

Punarvasu nakshatra a su vez, está regida por Júpiter, el gran maestro que nos abre la mente a poder percibir la realidad con un propósito hacia algo “más allá” de nosotros mismos y nuestros pequeños “egos”. La deidad que rige esta constelación es Aditi. Desde la mitología védica (entendida aquí literalmente la mitología que surge de los cuatro Samhitas Védicos específicamente), Aditi es el infinito. Es la matriz cósmica. Su nombre significa “sin límites”. Es en realidad, la Gran Madre Universal creadora de creadores. Ella es la creación misma de la que surgen los diferentes Prajapatis, o creadores que a su vez crean el mundo y a sus seres. Uno de esos Prajapatis era Daksha. El Daksha védico irá transformándose en el Daksha de los Puranas, dónde le conoceremos como la deidad-rey padre de las 27 nakshatras, y padre también de Sati, la mujer de Shiva. Pero estas historias son posteriores. Si volvemos a las fuentes más antiguas, a los Vedas (los cuatro Samhitas: Rig Veda, Yajur Veda, Sama Veda y Atharva Veda), podemos entender el mundo de la misma manera metafísica como lo hicieron los sabios rishis (“videntes”, “los que ven”). Por eso se dice que “Aditi viene de Daksha, pero Daksha de Aditi”, porque Aditi puede entenderse como la “parte/hija” que nace de un “creador”, pero también como el “infinito/Madre Universal/Creación” de la que nace el “creador” mismo. Es literalmente un fractal cósmico. Y eso es Punarvasu.

El tithi (o fase lunar) de Amavasya (luna negra) ocurre en su mayoría en la nakshatra de Ardra, también en Géminis. La deidad que rige esta constelación es también una deidad védica de las más antiguas que existen: Rudra. Rudra es el dios de las tormentas, que luego será asimilado a Shiva, o que será entendido como una parte arquetípica del gran destructor. El símbolo de Ardra es una lágrima, o una gota de agua. Tormentas, lágrimas…. Ardra representa el momento de dificultad máximo donde no vemos la salida, donde todo lo de “allá afuera” parece estar en nuestra contra, donde surgen obstáculos. Parece que todo es negativo, ¿verdad? Pero no lo es.

Rudra y Aditi son simbólicamente, para mí al menos, el recuerdo de la ciclicidad infinita de que el tiempo lineal no existe. De que el futuro puede ser el pasado, y que en realidad navegamos en el presente eterno (gracias a los griegos antiguos tenemos incluso una palabra: Kairós, el presente eterno). La fase de la luna negra ocurre bajo las energías de Rudra, y cuando el sol y la luna se abrazan en su máximo grado dando lugar a la unión de polaridades, será en Punarvasu. No creo que haya una metáfora más exacta a cómo veo el mundo ahora mismo, el mundo interior en mí misma, y lo que percibo externamente.

Podemos sentir que nada merece la pena, podemos sentirnos agotados y con ganas de llorar, de tirar la toalla cuando miramos todo lo que ocurre en el mundo y en la sociedad, podemos incluso sentir una sensación de impotencia tan grande sobre las injusticias del sistema que nos paralizamos. Pero al final, siempre podemos respirar. Siempre podemos volver a este aliento vital, a esa Gran Madre que en realidad nos respira. A esta inhalación, a esta exhalación, a esta pausa que lo pone todo en perspectiva. Sí, hay oscuridad y hay injusticia, y muchísima. Pero Punarvasu y esta luna nueva nos recuerdan que los cambios ocurren en la oscuridad. Las semillas hacen su gran trabajo bajo tierra antes de salir a la superficie y florecer (guiño a la luna llena pasada en Mula nakshatra). Estamos casi a punto de ahogarnos cuando nos damos cuenta de que éramos nosotros mismos quienes estábamos aguantando la respiración.

Inhala. Exhala.

No tenemos el control sobre todo lo que ocurre, pero sí tenemos mucha libertad para elegir cómo percibimos el mundo, cómo queremos ser íntegros con nuestros propios valores, y cómo queremos ser de servicio, o no, a la humanidad. Cómo queremos actuar en nuestras relaciones diarias. Qué compramos y dónde. Qué consumimos y cómo. A quiénes escuchamos, a quiénes apoyamos. Para quiénes merece la pena estar, y para quiénes no. Todo empieza por nosotros mismos, nuestras relaciones, nuestras familias (de sangre o elegidas), nuestros barrios, nuestra comunidad.

De nuevo como digo siempre, la decisión es siempre nuestra, y si está en integridad con la voz del corazón de cada uno, nada ni nadie debe hacerte caminar por un sendero que no es el tuyo. Yo siempre admiraré a aquel que camina a su propio ritmo, en su propio sendero, aunque no comparta su “opinión”, más que a aquel que camina por donde van todos sin creer en lo que hace sólo para “pertenecer”. La falsa “pertenencia” es una flecha a mi corazón. Y de hecho, el símbolo de Punarvasu es una flecha. Una flecha que una vez se lanza, debemos de ir a buscar para volver a lanzar. Es la promesa de que siempre habrá nuevas oportunidades, y de que tenemos derecho a decir “no” si no estamos ahora en el momento o lugar adecuados para aceptar. Siempre llegará el “tiempo divino” y si estamos atentos, escuchando a la voz del corazón, caminando en nuestro sendero sin compararnos, os aseguro (en realidad nos lo asegura Punarvasu), que la luz siempre volverá.

Esta luna nueva también da comienzo a Navaratri, a uno de los Navaratris del año, las Nueve Noches de la Diosa. Qué momento más mágico y sincrónico. Aditi, la infinitud y matriz cósmica del amor incondicional (el de verdad) dando paso a la Gran Madre en sus varias formas y arquetipos. Si quieres saber un poco más sobre Navaratri, y sobre varios de los tránsitos planetarios que ocurren alrededor de esta luna nueva, puedes ver mi vídeo AQUÍ.

Muchas gracias por leerme siempre y os deseo mucha luz en esta luna nueva.

Danah


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