A veces los cambios nos crean una tensión y fricción interior porque estamos demasiado anclados a la idea de lo que algo debería ser. No es el cambio en sí lo que provoca el caos, sino nuestra propia mente, nuestra propia percepción de la realidad. La única manera de poder estar en paz con el mundo y con nosotros mismos es a través de la aceptación de esa gran verdad que todos los maestros nos han dicho durante miles de años: que el cambio es la única constante. La aceptación y realización de ello no es un camino fácil, pero sí necesario. El yoga y la meditación nos dan las herramientas y la metodología para poder reconocer las causas de nuestro sufrimiento a través de un estudio profundo de nuestro ser. Cuando hago asana, o cuando me siento a meditar y respiro, allí mismo se encuentra la clave de los ciclos universales de vida y muerte. La inhalación da paso a la exhalación, el movimiento da paso a la quietud, y en el silencio interno entre el casamiento de las polaridades encontramos la unión, y transmutamos la energía, alquimia espiritual. El camino del yoga no es un camino de flores, es un camino de penumbras y sombras, que sólo pueden existir porque en realidad, siempre hay una luz ilumándonos; porque somos la luz en sí. Sigo caminando, aprendiendo cada día, y me voy dando cuenta de que lo único que realmente importa es ser mejor persona a pesar de las circunstancias externas.