Las partes de nosotros mismos que ignoramos aún sabiendo que existen, no desaparecen. Nada desaparece realmente, sólo se transforma…
Si somos capaces de comprender esta información a través de la experiencia encarnada, en realidad ya no nos harían falta ciertos métodos y herramientas que en algún momento del camino nos fueron útiles.
Agradecida a la innata capacidad humana de poder ver, percibir, conocer, experimentar, saber y luego decidir. Pero sólo si nos tomamos el tiempo y nos damos permiso para seguir siendo en constante cambio y movimiento. La lección está en saber usar lo que tenemos sabiamente, y dejarlo ir cuando su propósito se ha cumplido. Perder esa parte de nosotros mismos, es entender que nuestra identidad estaba atada a unos parámetros externos, superpuestos a nuestras creencias internas.
Dejar ir… La eterna lección.