Reflexiones de Vida o Muerte 2

Cómo un cambio de perspectiva lo inunda todo de un nuevo significado. Pero en realidad, el
significado es siempre el que damos nosotros mismos.
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Me siento frente a esta página en blanco, intentando escarbar en las esquinas de mi mente por
algo que tenga valor en sí para plasmar. Pero nada me viene. Porque es así cómo todo
funciona. Cuando fijas la mente en un objeto preciso y el foco de tu atención no se tambalea ni
con el sonido de una mosca, te das cuenta de que lo que se enfoca no es lo importante, sino lo periferal, lo que lo envuelve todo, lo que uno no puede mirar de frente porque lo mentaliza, o lo siente. Cuando mirar de frente significa proyectar que eso existe, separado de uno mismo. No se puede comprender nada que no pueda ser conocido. Pero no comprender algo no significa
que no exista. O que aquello que no existe también forma parte de todo. Lo que se percibe y lo
que no. El contenido y el contenedor. La polaridad, el equilibrio.
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No comprender es solo un espejismo de nuestro ego que trata con todas sus fuerzas no
reconocerNos. No ver que aquello que es real no muere, porque no nace tampoco.
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Es como las olas en el océano. Si las observamos profundamente con el foco de nuestra atención puesta en la ola, veremos cómo parece que nace, vive y muere. Cómo tiene una forma, una textura, un color, un momento en el tiempo, incluso una energía percibida. La vemos y creemos que es así. Que tuvo un comienzo y un final. Pero si la atención cambia su perspectiva a lo periferal, podremos ver que es el océano mismo el que se experimenta. La ola
nunca estuvo separada del océano.
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Descansamos la mente en este océano primordial que emerge y se nutre de sí mismo, que
existe como un acto de movimiento eterno. Y cuánto más descansemos la mente en este mar de calma podremos llegar más profundo. Y puede que un día nos demos cuenta de cómo lo percibimos todo. El océano tampoco es tal. Sino que es el agua misma quien se vive en su materialización. El agua que puede estar en diferentes estados.
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Sí. Me doy cuenta con el paso del tiempo (irónico en realidad ya que este no pasa, sino que
somos nosotros los que andamos por la vida) que lo que importa es la periferia. Desde el punto
central, a la circunferencia total. El foco debe saber cambiar y adaptarse. En mi meditación
diaria, en mi práctica diaria de vivir el día a día tal cual se presenta, en mi observación
compasiva de mis pensamientos y emociones. Enfoco al objetivo, pero nunca me olvido de lo
que arropa nuestra existencia. Es una práctica, vivir. Nada más.