Comienzos

Septiembre ha llegado y aún estoy integrando la llegada de este año. No he aterrizado aún. Me hallo en este espacio liminal en el que nada ocurre, y todo pasa.

El cambio interno ruge con tanta fuerza que me impide abrir aún los ojos al exterior. Lo oculto deja de estar atrapado, y he necesitado escuchar con todo mi ser el silencio íntimo de mi voz más herida.

Puedo comenzar a oler el cambio en el viento.

Siento en mis raíces el pasar de un final a un comienzo.

La luz se va difuminando. Al fin dejándome vislumbrar, sin tanto fuego cegador, el presente sufrimiento como el gran maestro de mi anhelo. El anhelo de fusionarme en mí, de reordenar las piezas destrozadas de un puzzle que un día estuvo completo, y que ahora cambia de forma y función.

Del aire, al agua de los océanos internos por los que por fin me he atrevido a sumergirme. Sabiendo que puedo al fin respirar.

Tierra mojada bajo mis pies. Las malas hierbas que voy arrancando en el jardín se van llevando los pedazos de mí que me pesan demasiado.

Cada vez más ligera, los párpados comienzan a abrirse. Y en este entreabrirme a ser, entrearbrirme a aceptar, encuentro la paz y la calma que tanto se derraman entre mis pensamientos.

Septiembre huele a comienzos, pero también a eternidades.