
Nadie dijo que a pesar de entender que el cambio es lo único constante, no fuera difícil cambiar y aceptar que todo cambia. Ser valiente es el camino de la honestidad y la vulnerabilidad que radica en saber que aunque tengamos miedo, saltemos al vacío con el corazón abierto, que muchas veces está abierto porque está roto. Sentirse completo en la incomodidad del instante presente es aceptar esa rotura que sustenta el alma. Es en ese sufrimiento inherente de no creernos pertenecer que encontramos pertenecernos a nosotros mismos, que encontramos la fuerza interna para sabernos poseedores del poder primordial de ser quienes somos, quienes hemos venido aquí a ser. Porque para mí, ese es el único camino que merece ser andado. El que nos lleva a recordar quienes somos, a reconocernos de nuevo independientes en un universo interconectado. No se puede integrar la lección del “Todo es Uno” sin saber “Quién Soy”. Y es en esa búsqueda, en el perdernos y reencontrarnos que volvemos a casa. Al Hogar que habitamos, de dentro a fuera. De la separación a la unión. Porque una, no existe sin la otra. Para ser Nadie y serlo Todo, primero hay que ser valiente para Ser.