
Navego entre dos estados tan distintos, que al final se unen. Una gran necesidad de retirarme y otra necesidad de igual poder de estar presente hacia el mundo. Estas dos realidades esenciales de mi ser existen más allá de cualquier justificación simbólica que pueda atribuirlas. Y aún así, me atrae esa idea de categorizar la esencia de mi naturaleza.
Mi ascendente sideral en Géminis se mueve a la velocidad del viento. Nunca descansa en su búsqueda irreprimible de conocimiento, porque la búsqueda misma y el movimiento son su hogar. Esa curiosidad sagrada que aviva el deseo más profundo, y esencial, de estar en presencia absoluta con el mundo.
Mi luna sideral en Capricornio en Casa 8 habla otro idioma y me susurra que es en la cueva profunda del discernimiento y soledad donde encuentro mi hogar. Tan cerca de la tierra y su tumba-útero es donde muero una vez tras otra para volver a renacer. Ese silencio sepulcral que sólo puede avivar su contrario, el grito primigenio de sentirme viva en el espacio liminal del olvido.
¿Cómo vivir esta dualidad? ¿Cómo honrar el ciclo natural de mi alma que flota en el vaivén entre el recuerdo y el olvido? ¿Entre el ser y el no ser? ¿Entre presentarme u ocultarme?
Mi vida refleja externamente este estado interno. Cuando alzo las velas, el viento mueve mi barco, y también mi alma. Y cuando lanzo el ancla hacia el abismo profundo del mar, mi alma frena en seco en la intimidad que entrega la pausa. Pero es en esta entrega consciente hacia el inconsciente donde descubro entre inhalación y exhalación, entre cielo y tierra, viento y mar, que es en la coherencia donde encuentro la llave de la paz. Porque quién soy no es un alma separada que vaga sin rumbo por diferentes estados del ser, sino que soy, el estado del cambio mismo que se oculta irremediablemente en el reflejo de lo que cree ser, el reflejo al que se apega. Pero es el cambio el verdadero hogar, cuna y tumba, nacimiento, vida, muerte y renacimiento.
En realidad soy inhalación y exhalación, soy cielo y tierra, soy viento y mar, soy vela y ancla. Quién soy lo es todo también, y Todo al final, soy yo.