En el veneno está la cura; luna llena en Ashlesha, Cáncer, 12 de febrero de 2025

Mokshapath, el juego indio Serpientes y Escaleras. 
Fuente: https://www.indiadivine.org/mokshapat-the-hindu-origin-of-snakes-and-ladders/

La luna llena asoma con mucha fuerza en la nakshatra de Ashlesha, en el grado 29 de Cáncer sideral, en ese punto entre un signo de agua y otro de fuego que llamamos “gandanta”; un nudo kármico que tiene el potencial de revelar que el momento es perfecto para transmutar cualquier veneno en medicina. 

La palabra Ashlesha viene de la raíz sánscrita “shlish” que puede traducirse como abrazar, entrelazar, unir. Esta mansión lunar está formada por seis estrellas en la cabeza de la constelación de Hidra, que hace alusión a la gran serpiente mitológica de múltiples cabezas del lago Lerna (una de las puertas de entrada al Inframundo/Hades) que fue vencida finalmente por Heracles en el segundo de sus doce trabajos. Este mito griego me recuerda mucho a la historia del demonio Raktabija narrada en el Devi Mahatmyam. Cada vez que Heracles le cortaba una cabeza a la serpiente, otras brotaban, de la misma manera en la que de cada gota de sangre que perdía Raktabija surgía otro demonio, hasta que Kali-Chamunda acaba bebiendo toda la sangre para que Durga pudiera vencerle definitivamente cortándole la cabeza.

La constelación de Hidra, para los babilónicos, representaba al dragón del dios Marduk llamado Mushhushshu. Desde tiempos inmemoriales los cielos han servido como hoja en blanco para plasmar la simbología de nuestros procesos internos en simbolismos estelares. 

Las serpientes, los dragones, los demonios, los seres sin luz, las criaturas que viven en el Inframundo de nuestras psiquis tienen su tiempo y su lugar. Brotan a la superficie cuando estamos preparados para observarlos frente a frente. En los mitos acaban vencidos por los héroes y heroínas cuando cortan sus cabezas, cuando eliminamos la identidad que habíamos adscrito a ellos sin antes escuchar la voz del Observador original, nuestro Ser en su estado esencial. El observador y lo observado, en esencia, son lo mismo, pero a veces nos olvidamos. Olvidar y recordar son partes del proceso, y es la magia que mantiene el vaivén de la experiencia viva. Nos piden integración a través de la transmutación alquímica de nuestra percepción. Y la percepción transformadora siempre surge del corazón, no de la identidad. 

La sangre parece ser un símbolo para esta luna llena también. Desde la perspectiva de la astrología ayurvédica, la luna, que rige el signo de Cáncer, representa Rakta dhatu, uno de los siete “tejidos corporales” que en este caso es la sangre; mientras que el planeta Mercurio, que rige a Ashlesha, representa Rasa dhatu, el plasma, las aguas del cuerpo. El fluir esencial por nuestras venas, por nuestros cuerpos, son los ríos, los mares, los océanos, por los que navegan las respuestas.

La deidad que rige Ashlesha son los Nagas, las serpientes semidivinas que viven en el mundo subterráneo, en el Inframundo, en las sombras. Una de las serpientes más famosas de los mitos puránicos es la gran Adi Shesha, serpiente de múltiples cabezas enroscada sobre el océano primordial en la cual está recostado Vishnu/Narayana, de cuyo ombligo surge un loto con Brahma sobre él para crear el mundo. Porque Adi Shesha está allí sosteniendo a Vishnu/Narayana al final y principio de cada existencia, éste puede soñar el mundo (por la gracia de Maya Shakti, por supuesto). Sin Adi Shesha, nada podría nacer de la chispa creativa que surge del descanso profundo, de la vacuidad, de ese vacío-lleno, completamente lleno de toda posibilidad.

En la gran batida del océano de leche (Samudra Manthan), otro mito puránico, los devas y los asuras enroscan a Shesha alrededor del monte Mandara/Meru para poder batir el océano en busca del amrita, el elixir de la inmortalidad. De esta batida lo primero que surge es el halahala, un veneno tan potente que es sólamente el gran Shiva el que puede tragarlo y con la ayuda de Parvati (a veces Kali), sostenerlo en su garganta y transmutarlo. Es sólo después de transmutar alquímicamente nuestras sombras que podemos llegar a alcanzar el remedio, la cura, el elixir inmortal; la integración. 

El símbolo de Ashlesha es una serpiente enroscada, que en seguida podemos asociar con el simbolismo con el que se representa a Kundalini Shakti. Sé que lo que nos llega muchas veces la representa como una serpiente enroscada en la base de la columna, pero algunos textos, la colocan en el asiento de la cueva del corazón espiritual. Allí siento que es donde realmente descansa, duerme, se despierta, se desenrosca, y siempre vuelve.

En esta luna llena siento la necesidad de compartir el simbolismo desde mi propia biografía. Me doy cuenta de que mis procesos, mi dolor, lo que oculto, es también el dolor del mundo. A lo mejor si comparto puedo verlo más claramente, sentirlo completamente, y a la vez, sentirme sostenida. Darle voz, y dejar que el mensaje siga su propio recorrido. Quién lo lea, lo entenderá desde su propia perspectiva. La voz, una vez libre, sigue su propio recorrido, su propia historia, su propio mito…

Tornar el sufrimiento en mi mito personal parece ser la única solución. Con los años me he dado cuenta de que mi camino tiene mucho que ver con esto. He pasado por diferentes transiciones que me han abierto los ojos, y sobre todo el corazón, a la respuesta que tanto ansiaba a esa pregunta eterna: ¿de qué sirve vivir si hay sufrimiento? ¿Por qué existe el sufrimiento, el dolor? ¿Hay necesidad realmente de eliminarlo? En otra época, otra yo creía que sí. Creía que trascender el mundo era la respuesta. Que el dolor y el sufrimiento eran simplemente una pantalla más que ganar, que superar, en el videojuego de la vida. Y Ella, la Vida, es muchísimo más sabia que yo. Con el crecimiento interior me he ido dando cuenta de que trascender no es la respuesta. Sólo era otro peldaño más en mi escalera. Serpientes y escaleras. El gran teatro de la vida.

Sufrir de lleno en la materia, en lo inmanente, sufrir por sufrir, rebozarme en ser víctima, o mártir, tampoco fue la respuesta. El péndulo se descolgó tanto hacia el otro extremo que me hundí en las tinieblas. Frente a frente con el Vacío, de pie en el umbral de las puertas del Inframundo decidí lanzarme de lleno hacia lo desconocido. Y he estado cayendo desde entonces.

La magia está ocurriendo. La siento. La siento naciendo en las profundidades. Veo el péndulo a punto de detenerse en el centro. Al final, la pausa, siempre llega. Igual que la anterior luna nueva del silencio. Igual que entre cada inhalación y cada exhalación. Esa pausa se convierte en sostén. El tiempo se detiene. No estoy en ninguna parte, pero se ha abierto la puerta a estar en todas. Desde el aquí presente, en la eternidad, lo inmanente se vuelve trascendente, lo trascendente se vuelve inmanente…

Y la respuesta va llegando…. 

Deslizándose como esa serpiente que trepa por la columna vertebral que ha sido, y es, mi vida. Desenroscándose lentamente, a su ritmo. Respirándome. Deshaciéndose, deshaciéndome, de la piel que ya no sirve, que ha muerto, que protegía, que escondía, ocultaba, y que ahora se convierte en fermento, en compost, en el final y comienzo de otra historia.

La serpiente va girando cerraduras a su paso. Dejando umbrales y portales entreabiertos, como cuando despertamos al amanecer con el sol acariciándonos el rostro y sabemos que la luz ha llegado; entreabrimos lentamente los ojos.

Aún no puedo atravesar ciertas puertas. ¿O no quiero? Qué más da si es poder o querer si el tiempo aún no es el correcto. Aquí, cayendo, y a la vez confiando, me encuentro una y otra vez. Me recuerdo. Reconstruyo lo destruído, con otra forma, con otro nombre, con otro rostro, con otra piel, pero la misma esencia… La caída se torna camino en sí mismo. Ya no necesito agarrarme, ni aprender a volar, ni tampoco necesito tocar fondo. Cuando se pierde el sentido del espacio y del tiempo, ya no hay arriba, ni abajo, sólo centro. 

Entonces, ¿estoy cayendo realmente?

Soy quién soy ahora, y si lo soy completamente, soy Nada, y soy Todo. 

Esa es la respuesta. Que no la hay.

Que mañana, pasado, en tres años, en diez, cuando el péndulo vuelva a fluctuar, todo volverá a cambiar, porque la perspectiva del que mira cambia. El sujeto y el objeto se funden en la experiencia misma. Qué más da, si todo ES Todo, y ES Nada.

Tornar el sufrimiento en algo, en lo que queramos, es un camino. El camino de otorgar al proceso su significado profundo. Mi sufrimiento elige tornarse en palabra, en mensaje, en símbolo. Este es sólo un camino. Uno sólo. Hay infinitos. Dejemos que la Vida nos recuerde, nos susurre, cuál ha sido siempre el nuestro…

Muchas gracias como siempre por acompañarme y os deseo una luna llena vacía de respuestas para sentir profundamente el poder de las preguntas. Que nuestros venenos sean siempre la medicina que siempre habíamos buscado.

Para más detalles mitológicos, simbólicos y astrológicos sobre esta potente luna llena de la transformación, puedes ver mi vídeo completo en YouTube. 

Jai MA!

Danah


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